Ningún
país europeo, ni siquiera los mediterráneos, cuenta con
una superficie semiárida superior a los dos tercios, como España,
ni tanta extensión de regadíos dentro de ella. Si además
se analizan las lluvias o las evapotranspiraciones, es fácil
observar que nuestro país dispone de menos y más irregulares
recursos, lo que obliga a gestionarlos mejor. A pesar de que ningún
país tiene una extensión tan grande sometida a esa excepcionalidad
hidrológica, el consumo de agua en España es similar a
la media europea e incluso inferior al de California, un ejemplo habitual
de elevada eficiencia.
La Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética en España
en el ámbito de los regadíos, se analiza en el marco general
legal en el que se insertan los regadíos españoles.
Según el Plan Nacional de Regadíos, aprobado por el Real
Decreto 329/2002, de 5 de abril, “el regadío es una pieza
fundamental del sistema agroalimentariom español”.
El regadío aporta más del 50 % de la producción
final agraria, ocupando solamente el 13 % de la superficie agrícola
útil de nuestro país. Una hectárea de regadío
produce, por término medio, unas 6 veces lo que una hectárea
de secano y genera una renta cuatro veces superior, que además
es más segura, permite diversificar producciones y aporta una
elevada flexibilidad.
El propio Plan Nacional de Regadíos es, en sí mismo, un
plan orientado al objetivo perseguido de disminuir la intensidad energética,
entre otros ligados a la conservación
del medio rural y a la consolidación del sistema agroalimentario.
Por lo tanto procede realizar un análisis del mismo en aquellos
aspectos relacionados con el agua
y con la energía, y que sean susceptibles de aportar ideas y
acciones coherentes con el Plan de Acción 2005-2007 de la Estrategia
de Ahorro y Eficiencia Energética en España 2004-2012
(E4).